jueves, 6 de mayo de 2010

El enigma llamado Falla Universidad Politécnica

El enigma llamado Falla Universidad Politécnica

Hace unos años, durante la tradicional ruta fallera, volviendo de ver Malvarrosa, en dirección Exposición, descubrí como un monumento se alzaba tras los barrotes de la verja que separa la Universidad Politécnica, de la Avenida Tarongers.

En su día, no le di demasiada importancia, pero hoy en día, con unos cuantos años más y ya como estudiante del “poli”, he ido forjando el análisis de esta peculiar comisión.

La idea de falla en la Universidad Politécnica se gestó en 1997, como conmemoración de los 25 años de la Escuela de Arquitectura Técnica. No fueron otros que los alumnos los encargados de realizar el monumento, una idea que podría haberse implantado en años posteriores y que sin embargo no fue así. Estos 2 primeros años, la falla no formaba ni representaba a ninguna comisión censada en JCF, si no que era un fenómeno más que se englobaba dentro de las fallas de colegio.

Ya en 1999, con el apoyo del rector de la Universidad, se formó la comisión Avinguda Tarongers - Politècnic - Camí de Vera. Se contrato al afamado artista José Martínez Mollà, militando en Sección 1ªB.



De El enigma llamado Falla Universidad Politécnica


Todo cambió en el año 2000. La falla del Politécnico, ya institucionalizada, hacía gala a su condición universitaria y contemporánea, planteando una propuesta vanguardista y moderna, acorde al siglo al que, por aquel entonces, se entraba. Los encargados de realizar el monumento (También en sección 1ªB) , era un equipo multidisciplinar formado por Gerardo Sigler (Profesor del departamento de Escultura de la UPV), Elisa Lozano (también Profesora de Escultura en la UPV, actualmente, en la Universidad Miguel Hernández de Elche) y Elena Fernández, todos ellos salidos de la facultad de Bellas Artes de la UPV y sin ninguna experiencia fallera.



De El enigma llamado Falla Universidad Politécnica


Su propuesta se basaba en una forma de ola marina, realizada a partir de cañas naturales (Concepto ecológico y sostenible), que representaba una “Ola de Fuego” -el lema de la falla- y que permitía al visitante interactuar con ella, pues subiéndose a una plataforma, era posible deslizarse por un tobogán que atravesaba el paramento de cañas. Todo ello mediante el uso del contraste del blanco (una constante en las obras de sus creadores, Sigler y Lozano) y el marrón natural del cañizo.

Se trataba de un monumento que hoy en día lucharía por el galardón de fallas experimentales, y que, en ese momento formaba parte del aun pequeño elenco de monumentos que apostaban por un cambio de tendencia en la fiesta, junto a Alfredo Ruiz (Quart-Palomar) o comisiones como el Patriarca, y sobre todo Corona, mas adelante.

Es curioso como fue la propia Escuela de Bellas Artes la impulsora de este proyecto, escuela en cuyo seno se trata con desprecio al mundo fallero, calificándolo de artesanía popular, muy alejado del concepto de “genio” que allí se imparte.

También es curioso como en la publicación “Falles i Art: 40 anys transitant per la frontera” realizada por la UPV en colaboración con la ADEF, no se hace mención de este proyecto.

¿Y qué ocurrió tras todo esto? El vacio. Ese espíritu innovador desapareció de golpe, y la comisión deambula sin el concepto que debería representar una Universidad Politécnica. Años de fallas clásicas que parecen no querer cambiar, es la inercia de una parte de la fiesta.

En resumen: ¿Una falla “politécnica”? para nada, ese espíritu solo se manifestó una vez y desde entonces ha pasado a ser un gran enigma, tras el cual ni Rectores, ni dirigentes ni alumnos han podido/querido cambiar.

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Podeis ver varios videos de la plantà, vida y cremà del proyecto del año 2000 aqui